Wall Street; La codicia tiene un precio….
Wall Street, corazón financiero de EEUU, corazón financiero del mundo. Cualquier persona amante de las finanzas y de los mercados debería desear trabajar allí, pero, ¿es todo tan bonito como parece?
Wall Street, dirigida por Oliver Stone, y con Michael Douglas (Gordon Gekko), y Charlie Sheen (Bud Fox), de protagonistas, representa para cualquier apasionado de las finanzas y los mercados lo mismo que Scarface para un gangster, películas de culto en diferentes ámbitos.
Quizás pueda resultar un tanto lenta para alguien que no conozca muy bien como funcionan los entresijos del mundo bursátil, pero creo que la película ahonda más, no tanto en cuestiones técnicas, sino en aspectos psicológicos y moralistas.
Bud Fox (Charlie Sheen), es un joven formado y ambicioso, pero que no consigue cumplir sus expectativas de hacerse rico lo más rápido posible. Por ello, en un acto de peloteo, o valentía pensarían otros, consigue contactar con Gordon Gekko (Michael Douglas), uno de los mayores tiburones de Wall Street, ofreciéndole la posibilidad de comprar acciones de la compañía Bluestar, la cual ha sido exenta de responsabilidad en un accidente aéreo, y por lo tanto, con vistas a una revalorización bursátil sin precedentes.

¿De dónde obtiene Bud la información? Resulta que Bud es hijo de un empleado de Bluestar (Martin Sheen), padre e hijo en la vida real, y éste aprovecha esa
información privilegiada para utilizarla en su beneficio,
vendiéndosela a Gordon Gekko a cambio de convertirse en su mano derecha.
El conflicto de intereses se hace palpable cuando Bud descubre que el objetivo final de Gordon Gekko no es más que vender la propia Bluestar (recordemos, empresa de su padre), en diferentes partes, para así incrementar de manera exponencial sus beneficios.
La película se desarrolla en los años 80, donde se estaba saliendo de otra crisis económica, y donde la bolsa y el mundo bursátil estaban en auge, ávidos de dinero fácil a base de pelotazos. Se podría decir que en este entorno empezó a darse a conocer el término yuppie, no sólo en EEUU, sino en todo el mundo. (En España tenemos el ejemplo de Mario Conde).