Deporte y Salud
Behobia San Sebastián. Mi primera (casi) media maratón.
INTRODUCCIÓN
Increíble. Así podría definir lo vivido este fin de semana pasado. Puedo decir que he corrido una de las carreras más emocionantes que he disputado hasta la fecha. El triatlón me encanta, eso está claro, pero el ambiente y las emociones vividas en La Behobia San Sebastián han sido, digámoslo así, especiales.
Ha sido mi primera media maratón (es cierto que faltaron algunos metros para llegar a los 21Km, pero, debido a la dureza de la prueba, me permito la licencia de catalogarla como media maratón 🙂 ).
Así que, sin más, procedo a relataros la crónica de lo que ha sido esta gran carrera.
LA HISTORIA
El fin de semana prometía. Nos conseguimos juntar un gran grupo de amigos, de entre los cuales nos encontrábamos algunos debutantes en esta prueba. Algunos, como yo, no sólo era nuestra primera Behobia, sino que era la primera vez que corríamos una carrera de media distancia.
Todo comenzó a las 7:00 AM, hora en la que sonaba el despertador de Jorge. Veníamos de un fin de semana bastante completo, y por completo me refiero a abundante comida, abundantes copas de Chacolís, escasas horas de sueño, etcétera, etcétera, por lo que mis sensaciones al despertar digamos que no fueron muy positivas. Dolor de cabeza por la falta de sueño y un malestar generalizado, quizá por los nervios de lo que iba a ser una gran prueba, o quizá no, no lo sabía.
Tomamos algo de desayuno, un plátano, zumo de frutas y poco más, hicimos la bolsa y para el coche. La verdad que dudamos bastante de que ropa llevar, ya que la temperatura no era muy fría, pero había riesgo de lluvia abundante (había estado lloviendo muchísimo toda la noche del sábado, por lo que nos temíamos lo peor). Al final decidí que iba a correr de corto, sin chubasquero y sin térmica. ¡A lo loco!
Tengo que decir que la logística de la Behobia es complicada. Primero porque estábamos en un camping a las afueras de San Sebastián, y segundo, porque el trayecto hasta la salida es algo “pesado”.
Decidimos dejar el coche en el parking de Amara, y tras un pequeño “brain storming”, al final decidimos que lo mejor iba a ser dejar todas las bolsas en el coche, y salir ya vestidos de corto.
Yo no era muy partidario, porque entre la lluvia y el frío mañanero se iba a hacer dura la espera, pero sin duda mereció la pena ya que salió todo perfecto.
Entramos en la estación de tren de Amara, y ahí empezó todo. Fue subir al tren, hasta arriba de runners (muchísimos), y empezar a vivir lo que tantas veces habíamos oído pero hasta que no sientes en tus carnes no comprendes, todo el ambiente que rodea La Behobia.
El tren dura unos 40 minutos aproximadamente, y, como era de esperar, un día gris y lluvioso nos estaba esperando a la llegada. Nos bajamos del tren, y directos a unos autobuses que nos iban a dejar en la zona de la salida.
Una vez que llegamos a la zona de salida de la carrera, lo primero que hicimos fue fijar un punto de referencia, pues ninguno íbamos con móvil, y todos teníamos “cosas que hacer”. Ya sabéis, los nervios del principio… 😛
Mientras esperábamos nuestra salida, el tiempo poco a poco mejoraba, por lo menos parecía que arreciaba la lluvia, lo cual siempre motiva. No obstante, y debido a la larga espera que nos quedaba hasta nuestra salida, decidimos salir un poco antes (chic@s, no está bien no respetar el turno de salida, pero teníamos una comilona reservada para después que sumado al frío que teníamos hizo que nos saltáramos algunos turnos…).
Me tomé una barrita, me guardé el gel en el pantalón, y nos dirigimos al cartel de nuestra salida, mientras veíamos como daban la cuenta atrás con la salida de los profesionales, los primeros en salir. Pelos de punta. El speaker dándolo todo, y la gente muy motivada. Comenzaba la acción.
10:17. A esa hora poníamos el crono en hora. Como he dicho al comienzo de la entrada, íbamos un grupo variopinto de runners, cada uno con sus respectivas marcas. Yo no sabía muy bien que ritmo llevar al principio, por lo que decidí quedarme un poco en tierra de nadie, tranquilo, a un ritmo bueno pero conservador. Aún quedaba mucho.
Habíamos estudiado el perfil del recorrido, de cara a definir la estrategia de carrera. Sabíamos en qué kilómetros venían los puertos importantes, dónde me tenía que tomar el gel, y lo dura que iba a ser la carrera en general.
Empezamos la aventura, a buen ritmo, y encontrándome a gusto. Nada más comenzar, me di cuenta que, además de las dos grandes subidas que hay, la carrera iba a ser un continuo sube y baja, por lo que me dije, Dani, no te aceleres, que aún queda mucho.
Los primeros cinco kilómetros los completo en 23 minutos, . Pienso, “bueno, no vamos mal, en el kilómetro 7 viene el primer gran repecho así que a ver como salimos de esa”.
Desde el kilómetro uno, gente animando. Impresionante. En cada pueblo que pasábamos, había gente desde las ventanas, animando, gritando. En ningún momento te quedas en silencio. Creo que en el fondo ese fue el motivo por el que no quise llevar música en toda la carrera. Eso había que vivirlo.
Llegada al primer gran repecho, por la autopista. Subida no muy pronunciada, pero de las que “pican”, de las que duelen. Un speaker improvisado, con una furgoneta y unos altavoces con música a todo trapo (creo que sonaba AC/DC en ese momento), me da ese aliento suficiente y necesario para seguir manteniendo mi ritmo de subida en 4:50 min/km.
Llegada a la cumbre, gente empujando con sus ánimos, y comienza una bajada que ya teníamos fichada. Desde el kilómetro 7 hasta el 12, aproximadamente, era bajada, por lo que mi estrategia era que, mientras me encontrara bien, apretar en esos kilómetros.
Me pongo a 4:10 min/km, y bajando. Veo a lo lejos una gran bandera pirata ondeando. Impresionante. Una pareja de rockeros, bandera en mano, arengaban a las masas (o sea nosotros, corredores), a ritmo de hard rock. Es imposible no aplaudirles a nuestro paso, y con ese punto de motivación seguimos nuestro camino.
Continúo la carrera a buen ritmo. Miraba mi pulsómetro, iba a pulsaciones altas, pero me encontraba bien, por lo que mi objetivo era mantener ritmos en torno a 4:30 min/km.
Seguimos atravesando localidades, y palabras como “segi” y “cuadrilla” se repiten a cada zancada que damos, animándonos, empujándonos hacia la meta.
Último bloque de 5 kilómetros. En el kilómetro 12, había decidido que era el momento de tomarme el gel. No sé si gracias a eso, o a que era mi día, llego al kilómetro 15 muy fresco, mucho más de lo que me hubiera esperado.
Así pues, me planto ante la última gran subida. Empiezo a ver gente que se queda, que va andando, o gente estirando a un lado del recorrido.
Me pongo a 5 min/km, y noto como las piernas se calientan y el pulso se acelera. No obstante, esperaba compensar con la bajada final, por lo que decido no apretar más, no fuese a ser que mis piernas dijeran basta.
Por un momento llegué a pensar que podía bajar de 1:30 h. Pero sólo fue eso, un momento.
Entro en la última recta. Creo que no puedo plasmar en palabras lo sentido en ese final. Por un momento me creo Gómez Noya haciendo el sprint final con el que ganó a Brownlee en Japón en 2015. Gente, mucha gente golpeando las vallas, gritando, animando. Los últimos metros los hice, y perdonar la expresión, por huevos. Estaba muy cansado de correr, pero quería cumplir un sueño, bajar de 1 hora 40 minutos, algo que, sinceramente, no veía factible. Lo conseguí. Finalmente, completé la Behobia en 1 hora 33 minutos, a un ritmo medio total de 4:38 min/km.
Siempre había oído que La Behobia era una carrera especial. Chic@s, os garantizo que no os va a dejar indiferente. Si vais el año que viene, tener claro que andaré por allí, intentando conseguir ese sub 1:30 tan inalcanzable a día de hoy…