Deporte y Salud
II Marcha del Cocido: la historia se repite
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Ésta no sé si será buena o no, pero la historia que vivimos resultó, cuanto menos, divertida… (¡Una vez sanos y salvos en casa!).
La II Marcha del Cocido, disputada hace aproximadamente un mes, venía cargada de ilusión. Ilusión por intentar terminar el trabajo iniciado el año pasado, en el que nos fue imposible completar los 60 Km. Sí, lo sé, llegamos cortos de entrenamiento, pero es que no estamos hablando de un recorrido “normal”…
Esta vez los compañeros eran otros. Como los gitanos, todo quedaba entre primos.
A las 10:00 daba comienzo esta II Marcha del Cocido. 60 km nos separaban de la meta, y de ese cocido perfecto para recuperarse del esfuerzo realizado.
Las lluvias de esos días nos habían preparado para lo peor, pero para sorpresa nuestra, el terreno tenía menos barro de lo esperado, sobre todo comparado con el infierno que fue el año pasado.
Siempre digo que hay que ponerse objetivos alcanzables y realistas, y por eso nuestro primer objetivo era llegar al primer checkpoint antes de la hora de corte, esto es, las 11:30 en el km 14.Ciero es que 14 km en hora y media es un paseo. PUES NO. Tras varias salidas de cadena en el grupo que íbamos, y varias “paradas técnicas”, pasamos por la zona de control a las 11:33. Lógicamente, como hombres valientes que somos, decidimos continuar por la ruta larga, a pesar del esfuerzo inicial superior al esperado.
El recorrido, como ya comenté en mi crónica anterior, hace justo un año, sobre la I Marcha del cocido, es un puro rompepiernas. Son 1.400 metros de desnivel, en constante subida. Tan sólo escasas bajadas, más o menos técnicas, en las que apenas podías descansar. (Eso sí, bajadas muy divertidas).
Por tanto, no me voy a centrar en describir el recorrido en sí, sino en la maravillosa historia que nos pasó a continuación.
Una vez pasado el primer punto de control, el segundo estaba establecido en los 42 km, a las 14:30. Ese era nuestro segundo objetivo, aunque sabíamos que era muy probable que no llegáramos.
No obstante, nosotros seguimos subiendo rampas, bajando un poco, subiendo un poco más, bajan…. digo subiendo un poco más… Así, hasta que aproximadamente en el km 35, y de la manera más absurda (como siempre suele pasar), mi primo dijo aquello de… “mirar que casa más chula”, justo cuando su manillar giraba bruscamente y caía, sin tiempo para sacar las calas de los pedales, con su rodilla entre la bicicleta y una bonita piedra puntiaguda. Buen golpe e inflamación correspondiente. Y mejor aún, platos “jodidos”, por lo que ya no podía gestionar el esfuerzo cambiando de marcha…
Así pues, todo se había complicado. Nos quedaban “apenas” 7 km para llegar al próximo control, en el que seríamos desviados hacia la meta, pero nuestras fuerzas eran escasas, y además, llevábamos lesionados y bicicletas rotas, por lo que no sólo con una mente fuerte íbamos a llegar a la meta.
Lo dicho, nos dimos cuenta que no íbamos a ser capaces de llegar al siguiente punto de control, por lo que, en un momento dado, preguntamos a la organización como podíamos volver a Quijorna de una manera más rápida.
No preguntéis por qué, pero no hicimos caso del recorrido que nos dijeron. Nos pareció más seguro ir hacia una zona de chalets, ya que en teoría el pueblo no debería estar muy lejos.
Los GPS son un gran invento. Por ello, cuando lo usamos para ver a cuanto estábamos de la meta, casi nos ponemos a llorar. ¡25 Km! Imposible. Después de preguntar a un vecino de la zona, y que nos dijera que en realidad estábamos a sólo 7 km, nos pusimos en marcha… Ingenuos de nosotros.
El camino fue una odisea. Fuimos por la carretera comarcal, durante 5 km más (mi primo ya no podía más con la rodilla, por lo que fuimos directamente andando buena parte del camino), hasta que, ya desesperados, y a punto de llamar a la Guardia Civil para que nos recogiera, pasó lo que yo llamo MILAGRO.
Parados en mitad de una rotonda, no sabíamos muy bien donde, decidimos parar a un coche, para que, por favor, nos indicara como volver a Quijorna. El hombre no había empezado a explicarnos que efectivamente estábamos a 20 km más o menos, cuando justo detrás de él apareció una furgoneta, estilo hippy, conducida por un hombre que gracias a Dios… ¡era de la organización del evento!
El hombre alucinó al ver nuestras bicis aún con los dorsales de la carrera, y lo primero que hizo fue preguntarnos, textualmente… “¿Qué coj**** hacéis aquí? Después de narrarle nuestra odisea, y ver nuestras caras al borde del colapso, nos ofreció (no cabía otra posibilidad), llevarnos a Quijorna, por lo que, antes de que terminara de hablar, ya estábamos subiendo las bicicletas en el maletero de la furgoneta.
Dulce regreso a por nuestro merecido cocido madrileño.
Así pues, nuestra II Marcha del Cocido fue un cúmulo de experiencias, igual no tan positivas como esperábamos, pero sí enriquecedoras. Y como siempre digo, todas las experiencias son para aprender, y ya sabemos que una mente fuerte y firme te permite salir casi de cualquier situación… (también imprescindible un buen entrenamiento 🙂 )
Y si no os lo creéis, la foto de los supervivientes volviendo a la meta…